“Ser cuerpo no es una propiedad esencial de ninguna cosa” (…). “Todo cuerpo es
espíritu y nada más y sólo difiere del espíritu en que es más tenebroso” (…) “Todo
espíritu tiene necesidad de cuerpo para recibir y reflejar su imagen y retenerla” (…)
“Cuanto más grosero se hace un cuerpo tanto más se aleja de su grado de espíritu” (…)
“El cuerpo es la parte más grosera y el espíritu la más sutil de CADA COSA”.

La filosofía de Lady Anne Conway. Un proto Leibniz

«Principia Philososphiae Antiquissimae et Recentissimae»

NUEVA EDICIÓN

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Inspirada en las elucubraciones de la kábbalah luriana y de los paracelsistas-helmontianos, Lady Conway (1631-1679), precoz lectora de Descartes en la Inglaterra latitudinaria, sintetiza en sus Principia Philosophiae Antiquissimae et Recentissimae, una radical cosmovisión vitalista y monista que es, a la vez, un alegato antidualista frente a Descartes, una encendida reivindicación espiritualista contra Hobbes y Spinoza, y una sagaz intuición, o quizás superación, de la futura monadología de Leibniz. No hay, para la vizcondesa, una distinción real, sino sólo modal o gradual, entre cuerpos y espíritus, que han de ser mutuamente convertibles: todo cuerpo es un espíritu condensado y todo espíritu un cuerpo sutilizado, y todos en el camino de la creciente perfección del universo. Es, además, este pequeño y esotérico opúsculo el precipitado cálido de una corta trayectoria personal de meditación y dolor.

“Cada sujeto de este mundo es un SINGULAR IRREPETIBLE. Contingencia.
Esencialismo. Convertibilidad radical de cuerpos y espíritus. “Yo no puedo convertirme
en ESE caballo, pero puedo convertirME en caballo”. “La diferencia entre cuerpos y
espíritus no es esencial sino sólo accidental o modal o de grado”. (…) “Por lo tanto, hay
dos clases de movimientos: uno local, exterior y fenoménico, como instrumento del otro
movimiento, que es vital, interior y fundante: la actividad misma de la Criatura
mundana en cada uno de sus singulares sujetos”

Leibniz. Variaciones sobre La Ciencia General. Textos.

Leibniz. Variaciones sobre La Ciencia General es el resultado de varios años de trabajo, con la intención de responderme a mí mismo sin prisas a la inquietante pregunta sobre la complejidad del mundo que subyace a la inagotable actividad científico-filosófica de Leibniz.

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“La naturaleza nos muestra visiblemente algunas señales, según es su costumbre, a fin de ayudarnos a adivinar aquello que esconde”

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El último, quizás, de los Antiguos y uno de los primeros entre los modernos, Leibniz (1646-1716) concibió arriesgadamente el universo, y la ciencia que lo describe, como una explanada infinita, aquella ciudad simbólica, llena de calles y plazas, desde las que se puede salir y a las que se puede acceder desde cualquier rincón, una ciudad bulliciosa, poliédrica, poblada de vibraciones, resonancias y ecos producidos por sujetos únicos, irrepetibles e inviolables. Para ello, formuló técnicamente la imposible noción de lo infinito en términos finitos manejables, elaboró una potente ontología de las correspondencias entre sistemas, su ley de la continuidad, que hace operativamente idénticos los contrarios, y describió el inagotable e indiferenciado caudal de energía que conforma la secreta esencia de este mundo estallando o expresándose de las formas concretas más variadas, que a nuestra inteligencia es dado medir en los fenómenos que observamos. Analogías de analogías…in infinitum.